"creer en la utopia es parte de construirla..."

martes, 4 de enero de 2011

Un Café

Desperté antes de lo que debía, abrí los ojos y aun faltaba media hora para que sonara mi reloj, pero sentía algo, no sé, ¿les ha pasado que despiertan y sienten que hoy será un gran día o que algo magnificente ocurrirá?, bueno eso fue lo que sentía, de un salto salí de mi cama y me dirigí al baño, sentía tener una sonrisa de arlequín de lado a lado, a estas fechas suelo ya no dar más, estar demasiado cansado como para tener ganas de sonreír, menos a estas horas, pero esa sensación me llenaba y me daban ganas de acelerar el dia. Me bañe, lave los dientes, me vestí, prepare mi bolso y Salí corriendo, cuando ya estaba demasiado lejos de mi casa, me di cuenta que había olvidado tomar desayuno, camine y camine, hasta llegar a una cafetería, sin embargo algo me dijo que mi camino tenía que seguir, que no era el momento indicado para detenerme, solo siguiendo mis energías llegue a otra cafetería, mi cuerpo vibraba, me decía que a partir de ahora empezaría todo, cambiaria toda mi vida, tuve miedo, dude en entrar, era el momento, el momento tan hablado por la gente, tomar decisiones que definirían toda mi vida, todo lo que pasaría de ahora en adelante, ¿Qué hacer?¿que hacer?, ¿irme y luego vivir con la duda de lo que pudo ocurrir o entrar, aventurarme y quizá luego arrepentirme por siempre?, cualquiera de las dos era poco alentadora, luego de dudarlo un minuto mi vibrante cuerpo me impulso adentro, entre mirando a todos lados como niño asustado, buscando lo que el destino me había reservado, tres grandes vigas cruzaban el cielo del local, haciéndose notar con el contraste blanco de todo el techo, unas doce mesitas con manteles blancos y un florero al centro de cada una con flores de distintos colores se ubicaban en tres líneas y llenaban la verde baldosa del local, tres de las cuatro paredes del local eran ventanales, en la pared sin vidrio había una barra y un hombre que la atendía, vestido muy formal y con un mostacho muy peculiar.
Sin dejar de mirar a todos lados me senté en la barra, el hombre se me acerco y me pregunto que deseaba, en ese momento me logre enterar de que era lo que pasaría hoy, mientras el señor preguntaba, una hermosa mujer entro en el local, tenía el cabello castaño oscuro, caía hasta sus hombros, pero peinadito con un par de pinches muy sencillos, piel blanca como un lucero, tenía una blusa blanca y una chaqueta negra, llevaba una falda negra hasta un poco más arriba de sus rodillas, unos zapatos negros que le quedaban perfectos, sus ojos cafés entonados como con barniz brillaban sin querer mirar para acá, era pequeñita pero tenía un cuerpo envidiable, su postura mostraba lo superior que era, llevaba una cartera grande, la mujer al entrar, no miro nada, solo doblo y se sentó en una mesa en medio del todo, cruzo la pierna y saco un diario de su cartera. Yo la miraba absorto y no deje de mirarla hasta que el hombre de la barra me despertó cuando casi me grita la misma pregunta. Moví la cabeza como si me hubiese dormido y luego me senté apoyándome en la barra.
El hombre trajo una taza blanca y me dijo:
-su nombre es Esther, viene acá todas las mañanas a esta hora, nunca habla con nadie más que su mesera, abre su diario, lo lee, luego hace un puzle, se toma su capuchino come medio pan, paga y se va-

Solo lo mire.

Tenía hasta que pagara para hacer algo, pensé un millón de cosas por hacer, me imagine un millón de cosas, en eso se me fue el tiempo, bueno la mayor parte, cuando levanto su mano para pedir la cuenta, me distraje y bote mi taza de café, la taza exploto en el piso y el café salto para todos lados todo esto justo en el instante en que todos callaban, todos miraron al mismo tiempo, pero la mirada de ella fue la única que me importo, ella miraba despreocupada como a un pobre desgraciado se le había caído el café, miro los trozos de taza fijo hasta que dejaron de moverse, luego subió la vista para ver al culpable de este atroz acto, cuando se dio cuenta de que la estaba mirando, de que todo el tiempo en el que estuvo mirando la taza, yo la miraba con ilusión, me miro fijo, me dijo con los ojos: “no lo intentes” luego corrió la vista, saco su billetera, sin necesidad de que le llegara la cuenta y se fue apresurada, dejando el diario hay. Pedí perdón, me levante y tome el diario, el puzle estaba a medio terminar, lo guarde en mi bolso y salí de la cafetería, mire a los lados para ver si Esther aun estaba por ahí.

No estaba…

Mire la hora y estaba atrasado para llegar al trabajo, corrí hasta llegar, una vez ahí me distraje trabajando para no pensar en ella. Apenas fue la hora de salir, volví a mi casa y me recosté sobre la cama, saque el diario que tuvo entre sus manos y lo revise, leí un par de artículos hasta que llegue al puzle, lo mire un rato, estaba incompleto, cuando empiezo a leer las palabras me di cuenta de que no eran las que correspondían a la pregunta, ella solo había escrito palabras que pensaba: desdehacecuantomemira?, quiensera?, mesiguemirando, quemehable, queseacerque.
Me sentí estúpido por temer hacer algo, por solo quedarme mirándola, alucinando, pensando en mil planes que jamás concretaría, que jamás me atrevería a hacer, me sentí cobarde, pero me prepare, al otro día partiría a la cafetería y le hablaría. Me acosté seguro de aquello.
Al otro día desperté con la sensación opuesta de la que había sentido el despertar anterior, me levante sin energías y partí a la nueva cafetería, me senté y espere, pedí un café, el señor me pidió que no rompiera la taza, para intentar generar conversación, pero yo solo me limite a mover la cabeza, me tome el café y espere, espere, espere, hasta que me di cuenta de que no vendría. Pague, me levante y me fui a mi casa, cuando llegue me acosté y me dormí, dormí días y días, mis energías se habían ido aquella lejana mañana, el mismo día en que la vi, aquel día, cuando me enamore…

Finalmente un día sentí que llovía, sentí que el cielo me decía que tenía que actuar, y sin pensarlo me puse de pie, me duche, me vestí y me puse a correr, cuando llegue hasta la cafetería, logre divisarla en la misma mesa de aquel día, ella esperaba en aquel local, que llegara y que la sacara de la continuidad, de la cotidianidad, de la invencible rutina. Con una piedra destruí el cristal, todo el mundo me miro, yo tenía que actuar. entre por la ventana, le tome la mano, la mire, sus ojos brillaron como una gran llama. Salí del local y corrí, corrí, corrí, hasta no poder más. ella no decía ni una palabra, pero su mano me apretaba el alma. Bajo la lluvia bailamos un vals: un, dos, tres, un, dos, tres. Finalmente la lleve a mi hogar, entre cuatro paredes y un techo se puso a llorar, yo no supe que hacer, la abrace, cuando paro, me levante, fui y serví un café. Cuando llegue ella no estaba, en la puerta me esperaba, se acerco y me beso, me dijo su amor y se largo. La puerta se cerro y un silencio apuñalo mi corazón, me asome por la ventana, la lluvia había cesado, y la luna me dijo que hacer: la tenía que seguir. Apresurado tome un abrigo y me lo puse, y luego tome otro para mi individuo, abrí la puerta y me puse a correr, olvide cerrarla pues yo la quería ver. Corrí y corrí sin saber dónde ir, la busque ¿Dónde podría ser?, me arrepentí de no haberla detenido, cuando mi cuerpo no pudo más, me detuve y me puse a llorar, de pronto supe donde la podía encontrar, corrí hasta el lugar y no me pude equivocar, ella estaba sentada en mi sillón, yo la mire y sonreí, la abrace y le dije mi amor, la bese y no pude parar.
Entre besos y lágrimas, nos enteramos que el amor era esto, todo esto, desde la esperanza hasta el desencuentro. Aquel día nos juramos amor, sin saber muy bien que era, pero supimos que lo sentíamos, el uno por el otro, al otro día partimos sin saber muy bien donde, en busca de la vida que juntos queríamos, que se nos presentaría, que el destino nos la daría, como me la presento a ella.

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